viernes, abril 27

Ssspain: decline and fall


Las burbujas financieras tienen algo bueno: durante un periodo de tiempo, generan prosperidad. El problema, claro, es el desastre que sobreviene cuando revienta la burbuja. Es como sobreacelerar un coche; al principio vas muy deprisa, pero acabas reventando el motor. En cualquier caso, antes de pincharse las burbujas crean una apariencia de riqueza.


Es evidente, o al menos a mí me lo parece, que la principal obligación de los gobiernos de Aznar y de Zapatero era prever los efectos del pinchazo y, en consecuencia, deshinchar en sus inicios la burbuja inmobiliaria, algo que estaba en su mano hacer. Pero no lo hicieron; la pasta fluía a raudales, el empleo crecía, así que, desde su cortoplacista e interesado criterio, decidieron cerrar los ojos y colgarse medallas (¿Recordáis lo de “el milagro soy yo” del infame Aznar? Valiente milagro de mierda...)


Así que los políticos no hicieron nada por cortar la burbuja. Entonces, al menos, podrían haber aprovechado toda esa pasta para mejorar el país, al menos en dos aspectos. En primer lugar, la educación, tanto la secundaria, como la universitaria y la formación profesional. La educación es el futuro de un país, y nuestro sistema educativo era y es muy deficiente. No se hizo nada al respecto.


En segundo lugar, cambiar (o comenzar a cambiar, porque es un asunto lento) nuestro modelo productivo. En algún momento, se decidió que Ssspaña iba a ser un país de servicios. Por otro lado, y en parte en consonancia con esa decisión, el incremento de la economía se basó en la construcción, el ladrillo. Pues bien, está claro que los países industrializados cuentan con economías más sólidas que resisten mejor las crisis. Y también está claro que, en nuestro país, una economía de servicios+ladrillo es incapaz de crear empleo duradero para toda la población. Por eso el paro es uno de nuestros problemas endémicos. Pues bien, tampoco se hizo nada al respecto.


Y ahora estamos donde estamos, con la economía en recesión y un 23,60 % de paro. Evidentemente, esa situación no es sólo fruto de la ineficacia de nuestros políticos, sino también, y sobre todo, de la crisis financiera mundial. Y aquí conviene recordar que prácticamente todo Occidente estaba, y está, en manos de la derecha, y que fueron las doctrinas económicas de la derecha lo que nos condujo al desastre.


Vale. Lo lógico sería corregir y regular el sistema financiero, que ha demostrado funcionar como el culo, ¿no? Pues no, todo sigue prácticamente igual. Pero, ojo, llega el PP al poder y lo primero que hace es reformar la legislación laboral, abaratando y facilitando el despido, permitiendo al empresario modificar a su antojo las relaciones laborales, dinamitando los convenios colectivos, abaratando el empleo, generalizando los contratos basura y, en fin, otorgándole todo el poder a los empresarios.


No hay que ser muy avispado para darse cuenta de que esas medidas, lejos de fomentar el empleo, lo que harán será crear más paro. El gobierno mismo lo admite, y lo cifra en unos 600.000 desempleados más. O sea, que siendo el paro el principal problema del país, las primeras medidas de la derecha van a estimular el paro. Ah, sí, pero eso es a medio plazo, dicen; luego habrá más empleo, más estabilidad en el trabajo, más flexibilidad interna en la empresa, más eficacia del mercado de trabajo, más control y lucha contra el fraude, bla, bla bla. ¿Sabéis cuál es una de las principales razones ocultas para esta reforma? Para descubrirla sólo hay que fijarse en un pequeño detalle: por primera vez, una reforma laboral no se aplica sólo a los futuros contratos, sino también a los ya existentes (ley ex post facto). ¿Por qué? Pues porque su objetivo último consiste en abaratar el conjunto de la masa salarial del país. Es decir: empobrecernos.


¿Por qué hacen eso? ¿Es que son pérfidos y malvados? Bueno, se limitan a seguir sus doctrinas neocon. La teoría es que, al abaratar el trabajo, las empresas serán más competitivas y conseguirán más beneficios que generarán más inversiones y más empleo. Sí, puede que ocurra eso. O puede que esos beneficios se inviertan en el mercado financiero (lo que no genera empleo), o, sencillamente, que vayan a las cuentas corrientes de los propietarios (lo que aún genera menos empleo). ¿Qué creéis que pasará?


El caso es que esa maravillosa reforma laboral creará más desempleo, empobrecerá a los trabajadores y les privará de todo derecho frente al empresario. (Anécdota: El otro día estaba en El Corte Inglés y coincidí en el ascensor con dos empleadas. Una le decía a la otra que le dolía algo, que había ido al médico y que éste le había dicho que tenía que operarse. Pero la buena mujer no se atrevía a operarse, porque temía que la despidiesen. Lo malo, añadió, es que me duele mucho... A mí eso se me antoja una de las cosas más monstruosas que he oído jamás. ¿A qué grado de inhumanidad estamos llegando?)


Y luego está el asunto de los “recortes” impuestos por Europa. ¿Por Europa? No, por la señora Merkel, correligionaria del señor Sarkozy y del señor Rajoy. Ay, Rajoy... sería para reírse si no fuese porque no tiene ni pizca de gracia. Creíamos que el PP tenía un programa oculto y resulta que no tiene ningún programa (salvo el compromiso con la clase empresarial –su clase- para despojar de derechos a los trabajadores). Rajoy no es más que un obediente servidor de los designios del “Mercozy”, como en su última etapa lo fue Zapatero. Y la Merkel, como todos los políticos, se limita a actuar a cortísimo plazo y con óptica nacionalista. Eso está conduciendo a Europa al desastre. Tiene su gracia que todo el mundo, incluido Rajoy y sus muchachos, esté cruzando los dedos para que el socialista Hollande gane en Francia las elecciones y ponga coto a la locura neocon franco-alemana.


Entre tanto, aquí se están realizado unos recortes presupuestarios que más bien son amputaciones. Dejando aparte lo que se está haciendo con la sanidad (que dentro de poco será beneficencia), clama al cielo el acoso y derribo a la educación pública. Y eso es lo último que debería tocarse, porque no es un gasto, sino una inversión. En realidad es el futuro del país. En fin..., si no fuese porque no creo en conspiraciones mundiales, pensaría que esta crisis es una conspiración para cargarse el estado del bienestar. Pensadlo: las clases altas no llevan a sus hijos a colegios públicos ni usan la sanidad pública. Tampoco necesitan becas, ni pensiones estatales, ni asistencia a dependientes. Entonces, ¿por qué van a contribuir a su financiación? ¿Por justicia social? ¿Qué es eso?


El plan de nuestra derecha neocon está en marcha. El primer paso fue convencernos de que somos corresponsables de la crisis porque hemos vivido por encima de nuestras posibilidades (cuando lo cierto es que estamos como estamos porque algunos han vivido por encima de nuestras posibilidades). El segundo paso es asustarnos. España se hunde, todo está fatal, las estructuras se tambalean, así que tenemos que hacer grandes sacrificios para... ¿salvar los bancos? Además, se endurecen las penas por delitos relacionados con “desórdenes públicos”, no vaya a ser que nos de por protestar en la calle. Y, gracias a la reforma laboral, se puede tener acojonados a los trabajadores, pues pueden verse privados de su mayor bien, el trabajo, en cualquier momento y con toda facilidad. El tercer paso es desunirnos. Insistiendo en que los sindicatos van a lo suyo y no se ocupan de los parados, y que quienes tienen trabajo (como los funcionarios, por ejemplo) son unos privilegiados que más vale que se estén calladitos. El cuarto paso consiste en arrebatarle derechos y poder adquisitivo a los trabajadores, un sacrificio que, según ellos, servirá para crear empleo (?). Por cierto, si descienden los salarios, pero no bajan los precios, ¿a qué parte exacta del infierno nos vamos? El quinto paso será ir eliminando poco a poco lo que queda del estado del bienestar, “porque no podemos permitírnoslo”.


Si hay o no un sexto paso (que lo habrá), da igual. ¿Cuál se supone que es el propósito final de todo eso? Al parecer, crear una miríada de infraempleos infrapagados que maquillen las estadísticas. Y hacernos competitivos a base de abaratar la mano de obra. ¿Para competir con quién, con los chinos? ¿Jornadas de 12 horas por un sueldo de miseria sin derechos ni seguridad alguna? ¿Así vamos a competir? Me temo que, aunque quisiéramos, los chinos nos ganarían. Qué absurda gilipollez. En realidad, lo único que se trata es de preservar los privilegios de una clase social. El resto es palabrería.


Así estamos y el gobierno lleva poco más de 100 días en el poder. Es para echarse a temblar. Porque si el presente es chungo, el futuro es aún peor. ¿Queréis que profetice el porvenir de Ssspaña? De acuerdo; desempolvo mi bola de cristal, trazo una estrella de cinco puntas en el suelo y sacrifico una gallina.


1. El país se empobrecerá. Vale, qué listo soy; el país ya se ha empobrecido. Pero es que se empobrecerá mucho más y eso se notará en las infraestructuras y los servicios públicos. Nuestro poder adquisitivo disminuirá notablemente y durante mucho tiempo.
2. La clase media se reducirá. De nuevo soy un listo, porque ya se ha reducido. Pero se reducirá aún más, lo que afectará a la dinámica social, incrementando la brecha entre pobres y ricos. El motor de un país es la clase media; si la clase media se resiente, el país se resiente.
3. Los jóvenes más preparados, nuestros mejores técnicos y científicos, se verán obligados a emigrar a otros países. ¿A que soy cojonudo prediciendo el presente? Habremos tirado a la basura la inversión que el país ha hecho en ellos y nuestro mundo cultural y científico se empobrecerá tanto como la economía.
4. La educación pública, masificada y mal dotada, se degradará aún más. La formación básica de los ciudadanos será aún más deficiente que ahora, hundiéndonos definitivamente en lo más bajo del escalafón PISA.
5. El incremento de la tasas universitarias y la disminución de becas alejará a las clases menos afortunadas de la enseñanza superior. La formación profesional seguirá siendo el mismo desastre que es ahora.
6. Los drásticos recortes en I+D nos descolgarán del mundo moderno. Hoy en día, en Europa, la economía de un país sólo puede competir mundialmente si genera productos con valor añadido. No es como antes, que bastaba con fabricar cosas que estuviesen más o menos bien hechas; ahora hace falta algo más. ¿Y qué es ese algo más? Pues tecnología, diseño e innovación constante. Justo aquello en lo que nuestro gobierno ha decidido dejar de invertir.
7. Los contratos de trabajo serán cada vez más precarios; la falta de estabilidad en el empleo se traducirá en deficiencias de la formación y, por ende, en disminución de la productividad. Con todo, nuestra maltrecha economía no será capaz de generar suficiente número de empleos. Además, al menos un millón y medio de nuestros parados son irrecuperables para el empleo estable, pues carecen de la menor formación y sólo valen para servir copas o poner ladrillos. No sería de extrañar que hacia el final de la legislatura, si los vientos del crédito son propicios, el gobierno intentara hinchar una nueva burbuja inmobiliaria.
8. Políticamente, seguiremos en manos de una mediocre partidocracia, con una democracia imperfecta y un sistema legal ineficaz, politizado e injusto. Todo ello, por supuesto, seguirá siendo la pantalla de la oligarquía que realmente nos controla.


En fin, se me quedan muchas cosas en el tintero, hay tanto que decir... pero la entrada ya es demasiado larga. Estoy convencido de que mis predicciones se cumplirán, porque son evidentes y, de hecho, ya se están cumpliendo. Sólo un giro en Europa, un cambio en el dominio neocon (que ojalá comience pronto en Francia), podrá amortiguar un poco nuestra caída; pero aunque eso suceda, saldremos de ésta más burros y pobres que antes, habiendo perdido una oportunidad extraordinaria de subirnos al carro de la historia y, también, perdiendo la que quizá sea nuestra mejor generación.


Un amable y realista merodeador, Rickard, preguntaba en la anterior entrada que qué podemos hacer la plebe, el populacho, para luchar contra esto, pues, en su opinión, las manifestaciones, huelgas y protestas puntuales no sirven para nada, o para muy poco, y movimientos como el 15-M no pasan de ser testimoniales. La verdad es que estoy bastante de acuerdo con él, aunque creo que las huelgas y protestas deben mantenerse, y que los movimientos testimoniales tienen su grado de eficacia. Pero en las actuales circunstancias, todo eso es insuficiente.


Estamos secuestrados por una omnipotente derecha neocon (a la que nosotros hemos concedido todo el poder) y lo estaremos durante cuatro largos años. Prácticamente no existe oposición, pues el PSOE está noqueado y sin ideas. Nos han dado un tarro de vaselina y nos han exigido que nos untemos con ella el ojete, así que no hay que ser muy listo para adivinar lo que va a pasar (ah, y la vaselina la pagamos nosotros). Rickard tiene razón: ¿qué coño podemos hacer nosotros, el populacho?


Pues sólo se me ocurre una posibilidad: articular una (inmensa) plataforma ciudadana destinada única y exclusivamente a modificar el ordenamiento legal e institucional con el objeto de perfeccionar nuestra cada vez más obsoleta democracia y corregir los desmanes e ineficiencias de nuestro actual sistema de partidos.


¿Utópico? ¿Ingenuo? ¿Irrealizable? Hace veinte años habría contestado que sí a las tres preguntas, pero ahora... ahora tenemos Internet, un sistema global de comunicación instantánea que permite, sin apenas coste, reunir y coordinar a un inmenso número de personas. En cualquier caso, ¿cómo poner de acuerdo a tanta y tan diversa gente? Sencillo: hay algo en lo que todo el mundo, tanto de la izquierda como del centro y la derecha, coincide: en que los políticos son uno de los principales problemas del país (el tercero, después del paro y la economía, según el CIS).


No digo que sea fácil, porque no lo es (entre otras cosas, porque la Constitución no puede modificarse por iniciativa popular). Y llevaría mucho tiempo, aunque para llevarlo a cabo disponemos de cuatro largos años de infierno por delante. Y puede que finalmente sea irrealizable, de acuerdo; pero, aunque no alcanzase sus objetivos, ¿os imagináis el peso que una plataforma ciudadana grande y activa puede tener sobre la clase política?


Vale, estoy siendo ingenuo, pero, ¿sabéis?, gran parte de las cosas que consideramos imposibles lo son, precisamente, porque las consideramos imposibles. Y además, no lo olvidemos, somos animales gregarios, muy reacios a apartarnos de la senda del rebaño. Imaginaos que estáis en la calle y, de pronto, un hombre comienza a pegar a su pareja. Con frecuencia ocurre que los testigos de la agresión se quedan mirando sin hacer nada. ¿Por qué? Porque todos esperan que sea otro el que haga primero algo. Pero si alguien toma la iniciativa e interviene, los demás se suman. Quizá eso mismo pueda aplicarse a la actual situación.


Lo siento, perdonad la tabarra que os he dado, disculpad este larguísimo monólogo. Pero es que la situación es grave e irá a peor. Pensad en lo que he dicho, por favor; aunque sea para demostrarme que estoy equivocado.


En la siguiente entrada, Babel volverá a su habitual inutilidad.

jueves, abril 19

Ssspaña azul


¿Me estoy poniendo pesado con Ssspaña? Es probable, pero las cosas en nuestro país se están desquiciando de tal manera que siento la necesidad de decir algo, aunque sólo sea para soltar vapor. Lo lamento; es mi derecho al pataleo.



Al final de la anterior entrada comentaba algunos puntos básicos de la doctrina económica y social neocon, y afirmaba que eran meros dogmas casi religiosos. Veamos por qué: La primera premisa básica de los neocon es que el mercado organiza la economía automáticamente, sin necesidad de reglamentaciones ni correcciones externas. FALSO. Y, además, falso desde su misma esencia. El mercado, en estado puro, es como el Monopoly: al principio de la partida, los competidores se enfrentan en igualdad de condiciones; pero, poco a poco, uno o varios jugadores van acumulando capital, y cuanto más capital tienen, más capital consiguen. Finalmente, sólo queda un competidor, que es quien controla con mano férrea todo el mercado inmobiliario y hotelero del tablero. Moraleja: por naturaleza, el sistema de libre mercado conduce al monopolio. Pero, oh paradoja, el monopolio dinamita el funcionamiento del mercado. Por eso en prácticamente todo el mundo existen leyes anti-monopolio. Y por eso en USA, el bastión del capitalismo (y ya en épocas tan tempranas como 1882), se dictó el Acta Sherman, que declaraba ilegales los trusts.


De modo que el mercado sí necesita regulaciones. Pero hay más: Como han demostrado diversos estudios de economía experimental (Sheen, Zajak, Vernon Smith...), las burbujas financieras son inherentes al sistema de libre mercado. Es decir, que esta crisis de los cojones no es un accidente, sino una parte fundamental del juego.


La segunda premisa básica de las creencias neocon es que en un sistema de libre mercado todos partimos en igualdad de condiciones, de modo que todo aquel que se prepare y esfuerce lo suficiente, alcanzará el éxito. Es decir, los ricos son los más listos, los más formados y los más trabajadores, y los pobres los más tontos, incultos y vagos. Por eso unos tienen pasta y los otros no. FALSO. Para rebatir esto me remito a los estudios del genetista Luca Cavalli-Sforza (y también a los de los doctores Lewontin, Rose y Kamin), que demuestran que el factor fundamental para alcanzar el éxito económico es la clase social donde se haya nacido. Es decir, supongamos dos jovenzuelos recién salidos de la universidad. Uno es de clase alta, gilipollas, con un expediente académico de risa y muy vago. El otro es de clase baja, listo como el hambre, trabajador incansable y con un expediente brillante. ¿Cuál de los dos tiene, estadísticamente, más posibilidades de alcanzar el éxito social y económico? Con diferencia, el gilipollas de clase alta. Y esto no se debe sólo al dinero, sino también, y sobre todo, a la red de contactos que proporciona una clase social elevada. Así que no, de ninguna manera partimos todos en igualdad de condiciones, y, en la mayor parte de los casos, para alcanzar el éxito hace falta mucho más que inteligencia, formación y tesón. Hace falta apoyo social.


Y, en cuanto a eso de que cuanto mejor les vaya a los ricos, mejor les irá a los pobres, FALSO también. En Estados Unidos, varios gobiernos (incluyendo los del demócrata Clinton), se dedicaron a quitarles impuestos a los ricos. ¿Se tradujo eso en un incremento de las inversiones y, por ende, del empleo? Ni de coña. Se tradujo en más beneficios para los poderosos y en que la brecha entre ricos y pobres, ya de por sí abismal, aumentara aún más. En fin, se podría seguir argumentando, pero no vale la pena. Las doctrinas neocon están edificadas sobre mentiras. Pero que sean falsas o no poco importa a quienes las promueven. Como durante un tiempo nos olvidamos de que existen las clases sociales, también nos hemos olvidado de que los partidos políticos defienden los intereses de determinadas clases. Al menos, los partidos de derechas. Y no cabe duda de que las doctrinas neocon son cojonudas para los ricos y poderosos.


Ésas son las doctrinas que ahora dominan el mundo. Y son ésas doctrinas las que nos han conducido a la actual crisis de los cojones sin que nadie dijera ni mú. ¿Cómo es posible? Sencillo, si tenemos en cuenta que el dos por ciento de la población controla la mitad de la riqueza mundial. ¿O dais cuenta de la inmensa concentración de poder que ello supone? Con eso se tuercen voluntades y se controlan tendencias y creencias, con eso se compran políticos, gobiernos, naciones enteras. De hecho, con las migajas de eso ya nos han comprado a nosotros.


Regresemos a Ssspaña.


El gobierno ¿socialista? de Zapatero no sólo hizo una mala gestión de la crisis, sino también de la prosperidad anterior. Y lo mismo puede decirse de los partidos y políticos que controlaban las diversas autonomías y municipios. Nadie aprovechó la prosperidad para mejorar realmente al país, como tampoco lo hicieron los gobiernos del nefasto Aznar. Pero no nos vayamos tan lejos. Zapatero la cagó con la crisis.


La economía comenzó a desmoronarse y el paro a crecer; los socialistas parecían noqueados, incapaces de reaccionar. Se adelantaron las elecciones y los votos le dieron prácticamente todo el poder del país a la derecha. Es lógico; la gente estaba asustada, la situación era angustiosa, así que la mayoría optó por un cambio. Además, ésa es la esencia de la democracia, ¿no? La alternancia de poder: si un partido lo hace mal, que gobierne otro. Y como estamos en un bipartidismo, la alternativa es o falso socialismo, o auténtica derecha. Vale, pues todo el poder para los conservadores, a ver si nos sacan de este follón.


Sólo hay un pequeño problema: le hemos entregado el poder a aquellos que defienden las doctrinas que nos han conducido (con la aquiescencia implícita de nuestra supuesta socialdemocracia) al actual desastre económico. Hemos nombrado bomberos a los pirómanos.


¿Qué está haciendo la derecha con el inmenso poder que graciosamente le hemos concedido?


Hablaremos de eso en la próxima, y os prometo que última, entrada.